Desmontando la llamada en diez minutos

Cuando no elegimos bien los instructores que nos van a formar, estamos corriendo el riesgo de recibir una formación no adecuada… o de que te desmonten la llamada en diez minutos

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Desmontando la llamada
(O la Fe Ciega en el Marketing)

Por: Inma Soto y Lilo Muñoz | Escuela Canina Lambercan

Aquellos que llevamos varios años (muchos en algunos casos) dedicándonos a la Búsqueda y Rescate en Grande Áreas, siempre tenemos en la cabeza una pregunta: ¿Cómo llegué yo a querer formarme? ¿Qué me impulsó a tener la iniciativa de introducirme en este mundo que es, a la vez que apasionante, sacrificado y que requiere tal cantidad de medios tanto económicos como personales?

No podemos olvidar que la especialización en  Búsqueda y Rescate en Grandes Áreas y el ejercicio de esta profesión o especialidad en el caso de contar con un equipo de búsqueda y ser convocados para un operativo real, conlleva estar disponible tanto en el ámbito laboral como en el personal, 24 horas al día, 365 días al año.

A la  vez, conlleva la plena disposición de un equipo de búsqueda, formado por personas y perros que han de estar en plena forma tanto física como emocionalmente. No es algo fácil de encontrar y por eso se trata de una disciplina en la que la mayor motivación ha de ser la vocación y por supuesto las ganas de seguir aprendiendo con nuestros perros.

Se que alguno estará pensando ahora mismo: “Si lo llego a saber ¡no me meto aquí!”, pero también se que la mayoría de vosotros pensaréis: “¡Ojalá hubiera conocido antes esta especialidad! ”Y se que seréis una mayoría los que penséis así porque es lo que realmente me motiva a seguir adelante con todo lo que ahora mismo hago.

Sobre todo, la pregunta que yo considero imprescindible para todo equipo que alguna vez ha sido convocado para un operativo. Y la pregunta que seguro se nos viene a la cabeza, no es realmente una pregunta, sino una duda: Aún sabiendo que nuestro equipo está operativo, ¿estamos hoy, en este momento, todos al 100%? ¿Seremos capaces con la presión del momento, con el tiempo en nuestra contra, con unas  condiciones climatológicas adversas, etc. de afirmar que si existe en nuestro sector una persona viva vamos a encontrarla?

Juntos educando

Estoy segura de que si nunca te han surgido dudas ante todo esto. Si crees que tanto tú como tu equipo sois “máquinas de buscar personas”, que jamás os influyen los factores externos, que jamás fallaríais absolutamente en nada relacionado con ByR, no estás dentro de esa mayoría que me motiva para seguir dentro de esto.

Porque cuando hablamos de ByR, no estamos hablando de informática, estamos hablando de perros y personas que son convocadas por personas, que a la vez han sido convocados por otras personas a las que les une un vínculo sentimental con aquella persona a la que vamos a buscar y encontrar con vida.

Cuando hay tanto porcentaje de personas y tanta carga emocional (objetiva o no) en comparación con el porcentaje de perros que existe en el equipo, los problemas adicionales que pueden surgir aumentan exponencialmente.

Todos los que alguna vez hemos dado una ponencia o nos hemos atrevido a impartir algún seminario, deberíamos tener siempre presente aquel momento en el que nos picó el gusanillo de la búsqueda y rescate y , gracias al cual, hoy estamos donde estamos.

Ese momento en el que teníamos un perro que creíamos que tenía buenas cualidades olfativas, lo educamos para que conviviera con nosotros como un perro real en un mundo real y entonces decidimos que si nos formábamos a fondo en esta especialidad, seríamos capaces de aprender de aquellos que llevan años entrenando perros de rescate y poder, como mínimo, ayudar en alguna búsqueda en la que se nos requiera en un futuro.

Y es entonces cuando se me viene a la cabeza una anécdota (por llamarlo de alguna manera) que me ocurrió en un seminario de iniciación a la búsqueda y rescate que organicé hace algunos años.

Quizás en el momento en que pensé en traer un “ponente experimentado” no investigué lo suficiente. Dejé como organizadora que fueran ellos los que sacaran todas sus estrategias de marketing y por eso pasó lo que pasó. Desde aquí pido disculpas tanto a ese como otros alumnos que pudieran salir damnificados de aquel seminario. A la hora de elegir al ponente me dejé llevar por aquel que mejor se vendía y ahí estuvo el gran error.

Y sin más, os voy a contar lo que pasó.

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La anécdota, tal como ocurrió

En aquel seminario había muchos alumnos. Todos ellos se estaban iniciando en búsqueda y rescate, por lo que la mayoría de los perros estaban, como decimos coloquialmente, “VIRGENES”.

Y así era, la mayoría de los perros y los guías estaban iniciándose en esta disciplina. Realmente habíamos cumplido nuestro objetivo y se disipaba un muy buen fin de semana para que los alumnos disfrutaran  y se motivaran aún más para seguir creciendo como entrenadores de perros de búsqueda y rescate.

Pero teníamos en el grupo un perro y un guía que destacaban del resto. Y no destacaban por su formación previa en búsqueda y rescate ya que, efectivamente era el primer seminario en la materia que realizaban.

Destacaban por varios motivos. El primero, su complicidad. A pesar de no tener una gran  formación en adiestramiento, tanto perro como guía tenían una conexión espectacular.

Cierto es que ambos estaban en plena forma física (se notaba que regularmente pasaban su tiempo libre realizando ejercicio juntos) pero lo que más me llamó la atención fue el equilibrio emocional y el vínculo que ambos tenían. Desconozco si el guía tenía o no formación previa en adiestramiento en obediencia, pero lo que era una realidad era que ese perro tenía la mejor obediencia de todo el grupo.

Algo que no tendría que ser demasiado relevante, sobre todo pensando que se trata de un perro que está iniciándose en búsqueda y rescate, pero me llamó la atención que en un seminario de iniciación hubiera un perro con aquel grado de obediencia.

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En cuanto a las cualidades específicas del perro, observé que se trataba de un ejemplar dotado de una curiosidad y voluntariedad innatas.

Aquel perro y aquel guía, superaron, desde mi punto de vista, las expectativas del seminario.
Y creo que los instructores pensaron lo mismo. Si no lo hubieran pensado, no hubiera ocurrido lo que posteriormente pasó.

Durante el seminario, se les plantearon varias pruebas al perro y a su guía, las cuales superaron con éxito. En ese momento fui consciente de que ambos necesitaban avanzar pero no a un ritmo tal que creara confusión en el perro.

También fui consciente de que en esos momentos la mente de los instructores no estaba puesta en la enseñanza, sino en el peligro de la competencia. Y no me equivoqué.

Desgraciadamente, esto pasa más a menudo de lo que nos imaginamos y, afortunadamente, yo he aprendido mucho de aquel lamentable espectáculo y pondré todos mis esfuerzos en que jamás vuelva a pasar algo así en un seminario de Búsqueda y Rescate (ni en ningún otro) organizado por mí.

Si bien teníamos al perro perfecto y al guía perfecto para nuestro seminario, entraron en acción el ego, el yo más y el te demuestro que soy mejor que tú. A pesar de que, efectivamente, aquel alumno y su perro venían a aprender de «los mejores» y habían pagado una buena cantidad de dinero por ello.

A lo que me viene a la cabeza una pregunta tan común como absurda (si la piensas detenidamente, da risa): ¿realmente tú como ponente necesitas sacar pecho ante alguno de tus alumnos de iniciación? ¿Qué es lo que te ha puesto tan nervioso que no te queda otra que derivar un seminario de iniciación a la búsqueda y rescate hacia una pelea de gallos en la que sólo puede quedar uno?

He de reconocer que el momento se quiso camuflar como una discusión con amplias sonrisas (y creo que se consiguió, porque muchos de los alumnos, por suerte, no se dieron cuenta de lo que realmente estaba pasando) cuando realmente era una piscina de barro.  Ahí los ponentes estuvieron audaces.

Y llegamos al momento…

Ya estaba la cosa algo tensa, ya los instructores habían observado que había un perro y un guía que destacaban del grupo y llegó la pregunta del millón:

Uno de los Instructores le preguntó al alumno: ¿Tu perro tiene la llamada?
El alumno, que confiaba en su perro y era consciente de la obediencia que tenía, contestó sin titubear: por supuesto, cien por cien. Y fue entonces cuando el alumno pecó de lo que comentábamos al principio de este artículo cuando hacíamos la pregunta que todo guía canino debería plantearse ante un operativo:

¿Estamos hoy, en este momento, todos (perro y guía) al 100%?

Como era el primer seminario al que acudía con su perro, no vamos a ser nosotros los que hagamos una crítica destructiva hacia el alumno, puesto que antes de ser instructores, hemos sido alumnos y alguna que otra vez hemos pecado de “listillos”. Es parte del aprendizaje y es una fase por la que hay que pasar.  Y para eso está el instructor, para explicarte las cosas de manera que puedas ir aprendiendo a no cometer ciertos errores.

El instructor podría haber optado por explicarle al alumno que la llamada, si bien es algo que todo perro operativo de rescate ha de tener, es algo que no es fácil de montar para poder asegurar que tenemos una llamada en nuestro perro al 100%.

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Igualmente podría haber optado por explicarle al alumno que, durante todo el proceso de adiestramiento, el ritmo de avance será el adecuado para cada perro en particular, puesto que si queremos ir demasiado rápido es posible que el perro se vea superado por la situación y sólo consigamos romper una conducta que teníamos casi terminada.

En su lugar, el instructor, en un ataque de ego, decidió ordenarle al alumno lo siguiente:

“Coloca a tu perro dentro de un círculo formado por tus compañeros. Ellos portarán alternativamente mordedor y comida y jugarán con tu perro. Aléjate hasta que te indiquemos cuándo debes llamarlo para comprobar si el nivel de la llamada, tan absolutamente necesario para un perro ByR, es realmente del cien por cien.”

En el punto emocional más elevado del perro, el instructor dio la orden de llamada. Para mi sorpresa, el animal giró la cabeza. Si en ese momento su guía hubiera repetido la orden, habría acudido con total seguridad, me consta ese hecho. Pero cuando el alumno iba a llamar al perro por segunda vez, el instructor le mandó callar y los compañeros seguían jugando con el perro.

Acudió a la tercera llamada.

Supe, de inmediato, al ver a los instructores henchidos como pavos reales, que decididamente ese perro y ese guía no iban a aprender nada más en ese seminario con ellos.

En favor del alumno tengo que decir que hoy en día ha superado a los entonces sus maestros.
En favor de los instructores poco tengo que decir en este caso, salvo reiterar que no se enseña hundiendo en el fango a los que quieren aprender.

Algunos interrogantes

He hablado al principio de los interrogantes que se me plantearon. Entre otros, fueron los siguientes, y considero que son actuaciones nefastas para la consecución de un buen perro ByR. (Gracias a Dios no perduraron en el tiempo):

  1. ¿Es lo mismo probar el nivel de un perro que subir el nivel de forma exponencial con la expectativa de ver hasta dónde llega? No, no es lo mismo. No es lo mismo probar el nivel a partir del cual podemos empezar a trabajar con un binomio que poner pruebas a sabiendas de que el ejemplar nunca lo ha efectuado y además el guía no sabe qué se pretende hacer ni por qué. Y de esta pregunta podemos inferir varias posibles consecuencias:
    • La más probable, que el guía crea que el ejemplar puede trabajar cómodamente en un nivel superior al real, con lo que pondremos en peligro no sólo la formación del perro, sino posiblemente vidas humanas.
    • Que hayamos pasado por alto la generalización de conceptos tan necesaria para la búsqueda y rescate, como la existencia o no de otros animales sueltos, maquinaria en funcionamiento y otros tantos etc., con lo que aparecerá el castigo en el trabajo por las supuestas desobediencias o distracciones que previamente no habremos trabajado.
    • Si saturamos al ejemplar, perderá interés por el trabajo que hemos elegido para él. Es posible que supere todas las pruebas y todas las expectativas, pero eso no nos dará la seguridad de que el perro haya comprendido y, mucho menos, aprendido y si además estamos inmersos en un maremágnum de conocimientos que desconocemos, no tendremos las herramientas necesarias para autoevaluarnos. Y esas herramientas han de ofrecérnoslas nuestros instructores, aun a riesgo de que terminemos utilizándolas mejor que ellos.
  1. ¿Qué repercusiones tiene provocar el fallo en la llamada de un perro ByR? Todas, y ninguna buena. Una cosa es introducir distracciones para solventar las carencias (siempre del guía o instructor, nunca del perro) en la respuesta a la orden, y otra provocar un fallo de obediencia. Si introducimos distracciones, tendremos que tener previsto el mecanismo para la enseñanza del perro, es decir, conseguir que se termine con éxito el ejercicio y que éste sea productivo para el aprendizaje.
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Las posibles repercusiones

En el ejemplo que se ha tratado anteriormente, si bien se estaba intentando desacreditar al alumno mediante algo que ellos mismos (los instructores) sabían perfectamente que podría hacer que se desmontara la llamada, también se estaba consiguiendo que ese perro con un gran potencial para ByR pudiera sufrir las siguientes repercusiones:

1. El perro ByR (y más aún en sus niveles de iniciación o  medio) no sólo no debe mostrar agresividad, sino que resulta conveniente que demuestre un elevado grado de bienestar y atracción hacia las personas. Al utilizar este estado emocional positivo vía juego y refuerzo primario (los compañeros portaban mordedores y comida), para ponerle en bandeja una “desobediencia”, no sólo estamos restando valor a la llamada de su guía (lo que puede poner en peligro la vida del perro en un caso real o un simple entreno), sino que también lo restamos al conjunto presentado, puesto que le impide realizar otra acción también de su agrado. Pensemos que en iniciación y nivel medio, el figurante es una persona que porta bien un mordedor, bien comida (estemos de acuerdo o no con el tema de la comida, es cuestión aparte) y que es el premio puente del perro por efectuar su trabajo, para posteriormente ser premiado por el guía.Pues bien, con esta técnica de “desmontaje” de llamada, ya hemos conseguido dos cosas: Por un lado, ese perro estaba siendo premiado a la vez con comida (refuerzo primario) y con juego con un mordedor (el objeto estímulo a la par que  condicionante que usaremos en su futuro trabajo en ByR), en un entorno de juego afectivo apetitivo y además con componente de secuencia de caza. Como apunte: el juego no provenía ni de SU guía ni de un figurante, es decir, ese ejercicio en un entorno de un seminario de iniciación a la Búsqueda y Rescate, no tiene demasiado sentido. Por otrolado, y por si esto no fuera suficiente, ese perro se ha visto reforzado por acudir a la tercera orden de llamada… Porque lo que hubiera faltado era que el guía no lo premiara…

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2. Los “responsables” en última instancia de que el perro no acudiera a la llamada (recordemos que prestó atención a la señal pero no fue capaz de realizarla debido a su estado emocional) son los mismos objetivos que en su trabajo principal: personas. De esta manera, mientras intentamos quedar bien como instructores delante de alumnos “novatos” estamos permitiendo  la posibilidad de que ese perro, en presencia de un Ffigurante, desarrolle el “efecto yoyó” o la búsqueda de confirmación del guía para evitar futuros castigos (como he comentado esto afortunadamente no ocurrió).

Si conocemos estos riesgos, que todo instructor de BYR debería conocer y que seguramente conocían de sobra los ponentes del seminario (o eso espero),  el trabajo ha de ir encaminado a EVITARLOS, con lo que insisto en que la pericia del instructor debe ir dirigida a la FORMACIÓN MÁS COMPLETA POSIBLE DE SU ALUMNO, no a la búsqueda de ERRORES, independientemente de que deba ser capaz de descubrirlos, reconocerlos y saber comunicarle cómo solventarlos.

3. ¿Podemos pasar por alto la utilización de los paradigmas del aprendizaje en el proceso de entrenamiento de un perro ByR?

Esta respuesta está en la mente de todos: No. Luego la pregunta no tiene sentido a no ser que nos encontremos con un caso como el expuesto: Si los compañeros hubieran tenido los conocimientos previos necesarios o la organización hubiese tenido tiempo de intervenir, el suceso jamás habría ocurrido.

Los instructores, conocedores (espero, otra vez más) de los paradigmas,  hicieron caso omiso de ellos y se enfocaron en la idea de que el perro errara en la llamada (ese perro al que previamente al igual que yo, le habían detectado unas muy buenas características tanto físicas como emocionales, deseables en un perro BYR). Y no sólo se enfocaron en la idea sino que lo consiguieron.

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¿Por qué dudó el perro?

La respuesta es simple: intentaron castigar la llamada vía refuerzo positivo aprendido y entrenado. Desde mi punto de vista les salió mal. ¿Cómo es esto posible? Porque en realidad el refuerzo está orientado a continuar la acción (primer paradigma, refuerzo positivo) de permanecer en el grupo de compañeros y no a potenciar ni comprobar la llamada. De esta manera,  se vio reforzado el no acudir a la llamada, por lo que la conducta de acudir a la llamada empezó a desaparecer. Cuando una conducta tiende a desaparecer, esa conducta está siendo castigada. Por lo que podemos decir que con ese ejercicio, la acción tan valiosa que todos buscamos en un perro de búsqueda y rescate en grandes áreas que es la llamada, fue castigada.

Pero desgranando todo lo que pasó, ¿consiguieron el objetivo de la desobediencia? Más bien consiguieron el de la confusión. Precisamente por salirse de los paradigmas: no se puede inhibir una conducta con un refuerzo, ni potenciar otra con un castigo. Si esto ocurre, nos encontraremos con un trabajo mal hecho o, aún peor, estaremos “desmontando” uno bien hecho. Inhibir cualquier conducta por refuerzo no es, por definición, ningún paradigma del aprendizaje.


Quiero pensar que los que deseéis iniciaros en ByR y estéis leyendo esto, seáis capaces no sólo de NO fiaros de un buen marketing, sino de perder unos minutos en leer y comprobar la formación y capacidades de los instructores, de informaros de los comentarios de sus seminarios, los buenos y los malos. Y, sobre todo, de llegar con un mínimo de conocimiento sobre los procesos de aprendizaje del perro antes de sumergir al vuestro en un mundo como la búsqueda y rescate, un mundo sin lugar a dudas no exento de “espabilados” pero donde una buena elección de formación casi  os garantizará el éxito. El resto, desde el “casi” hasta la “garantía”, es trabajo solamente vuestro.

Viendo todo lo que podría haber pasado que por suerte no pasó (guía y perro actualmente forman parte de un equipo de BYR haciendo una muy buena labor), el objetivo de este artículo es concienciar tanto a ponentes como a alumnos, que la Búsqueda y Rescate en Grandes Áreas no es (o no debe ser) una competición de quién tiene el mejor perro o quién sabe más de una cosa u otra.

La búsqueda y rescate es una disciplina de equipo en la que no existen competiciones posibles porque mientras estamos sacando pecho, estamos perjudicando a los únicos dos seres que nunca han decidido estar en el equipoel perro y la víctima.

"Quien se atreve a ENSEÑAR, nunca debe dejar de APRENDER"​(John Cotton Dana)

Por: Inma Soto y Lilo Muñoz | Escuela Canina Lambercan

Sobre Inma Soto:
- Formadora de guías caninos de seguridad privada, acreditado por el Ministerio del Interior
- Experta profesional en Educación y Adiestramiento Canino orientado a tareas de Seguridad y Asistencia
- Técnico en Prevención de Riesgos Laborales
- Formadora de formadores
- Profesora en distintos años para los módulos de Introducción al Comportamiento y Aprendizaje Caninos en los cursos de Guía de la Naturaleza del CFPO de Cartuja.
- Su centro de trabajo: Lambercan
'Mis peores críticos, mis mejores maestros, mi mayor pasión…
Los perros
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ARTÍCULO DE OPINIÓN
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